Amanecí bien rara. Casi oscura. Saliendo de un sueño de profundidades turbias llenas de gentes y gatos escondidos en lugares raros. Me dolía el cuerpo, cansado y flojo. Y en un rato salió el llanto. Sin avisar. Cerré la puerta. Puse el cerrojo. Tapé boca, ojos y orejas. Miré dentro y estaba casi oscuro. Luego dolor y tristeza de lo que no llega, de lo que anhelo casi en silencio, de lo que me atrevo a hablar tan poco. Y ahí sigue, casi oscuro, esperando la luz.